Según Trahtemberg, existe una falsa creencia de que restringir el acceso a los dispositivos móviles mejorará de forma automática la atención en clase o solucionará problemas como el bullying, la sobreexposición a internet o los trastornos de salud mental. "Es como pensar que, quitándoles el celular, mágicamente los alumnos prestarán atención, dejarán de sufrir acoso escolar y alcanzarán la iluminación académica", ironiza el educador en su análisis.
Trahtemberg, reconocido por sus posturas progresistas en temas de educación, remarca que el teléfono móvil no es por sí mismo un problema. Al contrario, lo describe como una herramienta versátil que puede informar, comunicar, salvar vidas y facilitar el aprendizaje, dependiendo de cómo se integre en la propuesta educativa.
Políticas flexibles según la realidad de cada escuela
Para el educador, imponer restricciones generales desde el gobierno desconoce la diversidad de realidades que existen entre las escuelas del país. "¿No sería más sensato que cada colegio defina su política según su realidad, sus alumnos, su proyecto educativo?", plantea Trahtemberg, al tiempo que sugiere que el Ministerio de Educación debería permitir a los directores establecer lineamientos adaptados a sus comunidades.En ese sentido, hace un llamado a reconocer la función que los celulares cumplen también en la seguridad escolar, especialmente en casos de emergencias, así como su potencial para brindar acceso a contenidos, coordinar actividades o mantener contacto con los padres de familia.
"El celular también puede distraer, como cualquier otra cosa en el mundo. Pero en lugar de demonizarlo, deberíamos aprender a incorporarlo con responsabilidad", enfatiza el especialista.
Trahtemberg advierte que ni siquiera sería necesario emitir una nueva norma si el sistema educativo respetara la autonomía pedagógica de las instituciones. "Si los colegios fueran respetados por sus criterios pedagógicos, bastaría con que el Minedu permita a sus directores decidir", afirma.
En conclusión, el educador llama a una reflexión más profunda y menos reactiva frente a los desafíos que plantea la tecnología en la educación. Prohibir el uso de celulares sin considerar su rol integral en la vida cotidiana de los escolares puede ser, según Trahtemberg, una medida contraproducente más que una solución efectiva.
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