
¿El papa León XIV marcará un giro político o continuidad en el Vaticano?
La elección del cardenal Robert Francis Prevost como el nuevo papa León XIV ha generado una oleada de interpretaciones que van más allá del ámbito eclesiástico. Desde sus primeras apariciones, donde retomó la vestimenta papal tradicional con muceta roja, cruz pectoral dorada y solideo blanco, el nuevo pontífice ha proyectado señales que para algunos evocan un regreso a la solemnidad y el peso simbólico del papado previo a Francisco. Sin embargo, la interrogante más relevante no está en el atuendo, sino en el rumbo político y social que adoptará la Iglesia bajo su liderazgo.El lado político de León XIV no es un misterio para quienes han seguido su trayectoria. Nacido en Chicago pero con una vida pastoral estrechamente vinculada al Perú, Prevost ha demostrado no solo compromiso espiritual, sino también valentía política. Fue una voz crítica durante el polémico indulto a Alberto Fujimori en 2017, cuando todavía era obispo de Chiclayo. Su declaración fue contundente al afirmar que el expresidente debió pedir perdón de manera más directa por las injusticias cometidas. Estas palabras revelaron no solo una postura ética, sino una disposición a enfrentar el poder político sin rodeos.
En 2023, mientras el Perú vivía masivas protestas contra el gobierno de Dina Boluarte, Prevost no guardó silencio. Habló de sectores "olvidados e ignorados" y abogó por la necesidad de fortalecer la democracia. Tales pronunciamientos no pasaron desapercibidos. En una Iglesia que tradicionalmente ha optado por la cautela o complicidad en asuntos de gobernabilidad, este estilo frontal lo emparenta con el papa Francisco, quien también fue crítico de la dictadura argentina y se posicionó abiertamente frente a injusticias sociales.
La elección del nombre León XIV tampoco fue una casualidad. Aunque doce papas anteriores usaron ese nombre, la memoria del papa León XIII, autor de la influyente encíclica Rerum novarum, es particularmente evocadora. Fue ese documento el que cimentó la doctrina social de la Iglesia y sentó las bases del pensamiento cristiano sobre justicia laboral y derechos de los trabajadores. Que el nuevo papa haya adoptado ese nombre es, para muchos, un signo de que desea continuar esa línea de compromiso social.
Brenda Estefan, analista internacional en una entrevista con RT news, sostiene que no se trata de una ruptura, sino de una continuidad con el legado de Francisco. De hecho, fue el mismo Francisco quien nombró cardenal a Prevost el 30 de septiembre de 2023 y lo incluyó en sus últimos viajes apostólicos. "Lo planeó para que hubiera continuidad en el proyecto", afirma Estefan. Esta visión es compartida por muchos observadores que ven en León XIV a un heredero ideológico del papa argentino, con una clara inclinación hacia una Iglesia inclusiva, cercana a los más desfavorecidos y políticamente comprometida.
Pero el nuevo papa no es simplemente una prolongación de su antecesor. Tiene su propia impronta y una forma particular de encarar los desafíos del presente. Su presencia en redes sociales antes del cónclave ya dejaba entrever una postura firme frente a los abusos de poder, la exclusión social y la manipulación política del cristianismo. Compartió un mensaje que calificaba de "ilícita" la deportación de Kilmar Ábrego García, un salvadoreño convertido en símbolo de la política migratoria más dura en EE.UU. Además, difundió un artículo en que se cuestiona el uso del cristianismo para justificar posturas nacionalistas, como las del actual vicepresidente estadounidense, J.D. Vance.
Este perfil ha llevado a algunos medios a catalogarlo como un "anti-Trump", en contraposición con el creciente movimiento conservador cristiano en América. No es una comparación menor. En un mundo cada vez más polarizado, con líderes que promueven el aislamiento y la construcción de muros, León XIV se presenta como un "puente", tal como él mismo lo expresó en su primer mensaje papal. La metáfora no es inocente: su elección de palabras refleja una intención clara de unir, dialogar y sanar.
A nivel interno, el nuevo papa deberá enfrentar desafíos que Francisco ya había empezado a confrontar, especialmente los casos de abusos dentro de la Iglesia. Una de las figuras clave en este combate ha sido José Enrique Escardó, el primer denunciante de los crímenes cometidos por el Sodalicio de Vida Cristiana (SVC). Escardó ha manifestado públicamente su esperanza en León XIV, a quien conoció personalmente en enero pasado. "Esto es lo peor que le pudo pasar al Sodalicio", escribió Escardó, destacando que Prevost fue quien expulsó al arzobispo de Piura y Tumbes, José Antonio Eguren, a quien acusa de abuso psicológico.
El hecho de que el nuevo papa haya sido misionero en Perú durante décadas lo vincula emocionalmente con esa realidad. Su nacionalización peruana en 2015 es más que un dato anecdótico: habla de un arraigo, de una comprensión profunda de las desigualdades y dolores de América Latina. No es casual que los sectores más vulnerables del continente vean en él una figura esperanzadora, alguien que no observa desde Roma, sino que ha vivido entre ellos.
La gran pregunta es si León XIV logrará sostener esa línea de acción sin caer en los mismos obstáculos que enfrentó Francisco. Las resistencias internas del Vaticano, muchas veces ancladas en sectores ultraconservadores, no desaparecerán con su llegada. Pero su experiencia como agustino -una orden conocida por su cercanía con la gente y su visión comunitaria- puede ser clave para abrir paso a una Iglesia más humana y menos burocrática.
En definitiva, la llegada del papa León XIV no representa una ruptura abrupta ni una restauración conservadora. Es más bien un paso adelante en la senda de transformación iniciada por Francisco, con un nuevo rostro, una nueva voz y una renovada disposición al diálogo y la justicia. Su desafío será mantener ese rumbo en un mundo donde la fe, la política y la verdad están en constante disputa.
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