
Normas escolares vs. realidad digital
En su columna, el autor reconoce que muchos colegios -sobre todo privados y estatales en zonas urbanas- ya tienen reglamentos claros sobre el uso de celulares. Se mencionan estrategias como espacios de almacenamiento, sanciones progresivas y un enfoque socioemocional. Esta visión técnica y normativa es valiosa, pero al centrarse exclusivamente en la gestión escolar, ignora una realidad más profunda: la hiperconectividad como fenómeno estructural en la vida de niños y adolescentes.Hoy, los celulares no son solo herramientas pedagógicas o medios de comunicación en caso de emergencia. Son, para muchos, una extensión del yo digital: ventanas abiertas a redes sociales, estímulos constantes, validación externa e incluso exposición a violencia digital. ¿No merecía ese aspecto un análisis más riguroso?
El Congreso sí puede legislar
El ex ministro de educación plantea si era "necesaria" una ley. Esa pregunta es válida, pero tiene una trampa: presupone que todo está ya resuelto en la práctica. Sin embargo, más allá de si la norma del Congreso fue políticamente oportuna, existe un vacío de política pública frente a los riesgos del uso desmedido de tecnología en las escuelas.En un país con brechas socioeducativas profundas, es justamente el Estado quien debe garantizar un marco mínimo de protección, prevención y acción frente a los impactos negativos del celular: ansiedad, aislamiento, adicción, déficit de atención. ¿Debemos dejar ese problema a la "autonomía" de colegios que muchas veces no tienen ni psicólogo escolar?
Silencios que también educan
Al no mencionar en ningún momento las consecuencias psicosociales del uso excesivo del celular, la columna del autor reproduce un silencio institucional que ya es estructural: se habla de normas, pero no de salud mental. Se mencionan sanciones, pero no prevención. Se apela a la "disciplina escolar", pero no a la necesidad urgente de educar en ciudadanía digital, autocuidado y equilibrio tecnológico.La ley del Congreso puede ser imperfecta, pero al menos abre la puerta a este debate. Silenciarlo sería más grave.
Hacia una regulación con sentido pedagógico
El desafío ahora no es solo si el Minedu emite una norma "breve y no milimétrica". El verdadero reto es que esa norma esté basada en evidencia, contemple el bienestar integral del estudiante y articule acciones concretas con enfoque preventivo. De lo contrario, seguiremos atrapados entre reglamentos escolares que simulan control y una realidad adolescente digital que, desde la pantalla, va mucho más rápido que la escuela y que el Congreso juntos.Una mirada desde la cultura digital
La reciente entrevista al especialista en TIC Fidel Gonzales Quincho aporta una mirada complementaria que enriquece el debate sobre el uso de celulares en las escuelas. A diferencia de quienes temen que la ley represente una imposición innecesaria, Gonzales enfatiza que no se trata de una prohibición total, sino de una regulación con fines pedagógicos. La normativa, según explica, se alinea con la competencia del currículo nacional, que promueve el desenvolvimiento de los estudiantes en entornos digitales. Esta perspectiva respalda la idea de que legislar sobre el uso de celulares no es un exceso, sino una forma de dar dirección educativa clara frente a un fenómeno irreversible: la tecnología como parte integral de la vida escolar.Además, Gonzales resalta que la ley tiene potencial para impulsar una auténtica cultura digital, entendida no solo como acceso a dispositivos, sino como alfabetización crítica y responsable. Este enfoque coincide con lo planteado en esta reflexión: el desafío no está en prohibir por temor, sino en educar para el uso consciente. En un contexto donde el ciberacoso, la desinformación y el uso compulsivo de pantallas afectan la salud mental estudiantil, una norma como esta puede ser una herramienta valiosa si se articula con programas de prevención, acompañamiento emocional y formación docente en TIC. Regular, en este caso, es también proteger.
Comentar esta noticia