
"El aprendizaje real comienza cuando el alumno deja de repetir lo que ya sabe y se atreve a equivocarse", señala Trahtemberg. En su análisis, el educador cuestiona el entorno escolar que evita el riesgo y prioriza la obediencia por encima de la iniciativa. A su juicio, un estudiante que nunca sale de su burbuja académica está condenado a una educación superficial y pasajera.
El peligro de educar en la comodidad
De acuerdo con Trahtemberg, uno de los mayores riesgos del modelo educativo actual es formar generaciones incapaces de enfrentar la incertidumbre. "Muchos alumnos están tan acostumbrados a recibir respuestas que no saben formular preguntas", advierte. La zona de confort, aunque segura, es estéril cuando se trata de formar pensadores críticos y ciudadanos autónomos.El especialista ilustra esta situación con casos frecuentes en las aulas: estudiantes que no levantan la mano por temor a equivocarse; jóvenes que rechazan retos porque no quieren salir mal parados. Son conductas que, si bien parecen inofensivas, son síntomas de un aprendizaje pasivo y sin profundidad.
"El verdadero crecimiento ocurre cuando hay disonancia, cuando el alumno no entiende algo y lucha por comprenderlo", apunta Trahtemberg. No se trata de forzar el sufrimiento, sino de promover escenarios donde el error no sea penalizado, sino procesado, entendido y superado.
De la pasividad al descubrimiento
Trahtemberg hace un llamado a replantear las dinámicas escolares para que cada alumno transite de la pasividad a la participación activa. En su propuesta, la figura del error se redefine: ya no es motivo de vergüenza, sino el punto de partida para una comprensión más sólida.En lugar de apuntar solo al rendimiento académico medido por pruebas estandarizadas, el especialista propone orientar la educación hacia proyectos retadores, experiencias prácticas, debates reales y entornos donde cada estudiante sienta que lo que aprende tiene un impacto en su vida. Ese tránsito de la comodidad al descubrimiento es, para él, la clave de una educación transformadora.
La reflexión final es clara: una educación que evita el error evita también el aprendizaje. Y aunque la zona de confort puede ofrecer seguridad temporal, es en la zona de descubrimiento donde se despierta la curiosidad, la creatividad y la capacidad de pensar con autonomía.
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