
Hace apenas unas horas, una publicación que señalaba con nombre propio a dos congresistas -opuestos a una iniciativa para mejorar las pensiones de los maestros jubilados- fue eliminada tras ser denunciada en redes. ¿El motivo? Exponer una verdad incómoda: mientras el Congreso derrocha millones sin fiscalización, impulsa leyes que reparten millones a municipios sin planes de inversión y favorece con beneficios tributarios a grandes empresas del agro (con nombre propio), se niega a saldar una deuda histórica con quienes educaron a generaciones, sí, nuestros maestros olvidados.
La reacción no fue aislada. No fue un troll, fue un síntoma. Una señal de que los operadores digitales siguen activos, no para informar ni debatir, sino para silenciar. Porque cuando la verdad incomoda, los poderosos no rebaten: reportan.
No sorprende que el titular que más les ardió sea el que los retrata tal cual son: indiferentes ante el maestro que envejece con una pensión de hambre, pero muy diligentes cuando se trata de blindar gastos cuestionables o alimentar clientelismos.
Este es el país donde se castiga o se inhabilita al que incomoda y se premia al que calla. Pero si su prioridad no es la educación, no esperen respeto del pueblo. Porque mientras los docentes son ignorados, sus verdugos usan el presupuesto nacional para censurar.
Aquí no hay trolls que valgan. La dignidad del magisterio se defiende con la verdad al frente y sin miedo al botón de "reportar".
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