
Sin embargo, Trahtemberg hace un análisis más profundo al cuestionar los fundamentos reales de esta censura. Para él, no se trata simplemente de retirar un objeto del entorno escolar, sino de entender por qué los alumnos buscan distraerse en primer lugar. "La clave no está en prohibir, sino en hacer más atractiva la propuesta educativa", plantea el especialista.
Tecnología como aliada y no como enemiga
En su análisis, Trahtemberg cuestiona que muchas veces los celulares terminan siendo los únicos recursos tecnológicos disponibles en colegios que no cuentan con infraestructura digital básica. En un contexto donde las tabletas, laptops o cámaras no son accesibles, los teléfonos suplen esa carencia.El educador advierte además que el enfoque restrictivo puede ser contraproducente, ya que los estudiantes encontrarán otras formas de evadir la norma usando dispositivos menos visibles como relojes, audífonos o incluso lapiceros inteligentes. Por ello, llama a diseñar políticas educativas que integren la tecnología con fines pedagógicos, en lugar de perseguirla sin alternativas claras.
Trahtemberg hace un llamado a adoptar una estrategia equilibrada: permitir el uso de celulares únicamente cuando el docente lo autorice, y promover que fuera de esos momentos, los estudiantes entreguen sus equipos a los tutores. Pero esto, aclara, debe ir acompañado de un rediseño profundo en la manera de enseñar. Las clases deben empezar con contenido provocador que conecte con las inquietudes y lenguajes de los jóvenes, tal como lo hacen los videojuegos o las redes sociales.
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