
El disfraz del amor incondicional que impide crecer
Para el especialista, uno de los errores más comunes en la crianza moderna es confundir el amor con la intervención permanente. El afán por evitar que los hijos sufran lleva a muchos adultos a resolver cada obstáculo que enfrentan, lo que impide que desarrollen su capacidad para adaptarse y superar dificultades. Proteger no es sobreproteger, insiste Trahtemberg."La intención es noble, pero el resultado puede ser devastador", advierte. "El exceso de cuidado crea una ilusión de seguridad que se rompe con la primera frustración real". Niños criados en estas condiciones, agrega, suelen crecer con baja tolerancia al fracaso, dependencia emocional y miedo a equivocarse.
Historias que ilustran una crianza limitante
En su análisis, Trahtemberg expone casos que reflejan cómo esta "sobredosis de amor" afecta a diferentes edades. Sofía, de 14 años, ha crecido bajo la constante intervención de su madre, quien le resuelve todo. Al reprobar un examen, su mundo colapsa: no sabe cómo enfrentarlo, no identifica recursos internos para procesar el fracaso.Mateo, de 10 años, no da un paso sin las instrucciones de su padre. Cuando se enfrenta a una situación incómoda -como las burlas de sus compañeros- corre a buscar a su figura protectora. Nunca se le ha permitido desarrollar estrategias propias para gestionar conflictos.
Daniela, de 18 años, abandona la universidad tras un desacuerdo con un profesor. La razón: no sabe cómo expresar su posición, porque en casa siempre hablaron por ella. El resultado es un adolescente sin herramientas de autonomía ni capacidad para sostener su voz frente al mundo.
Más acompañamiento, menos control
León Trahtemberg cuestiona el enfoque que prioriza evitar todo malestar. "La crianza no debe tener como objetivo anular el dolor, sino enseñar a transformarlo en aprendizaje", señala. La sobreprotección, lejos de prevenir el sufrimiento, retrasa el desarrollo emocional, y genera adultos incapaces de tomar decisiones, resolver conflictos o tolerar frustraciones.El especialista propone una visión más equilibrada del amor parental: acompañar sin asfixiar, guiar sin invadir, validar sin intervenir en exceso. Asignar responsabilidades acordes con la edad, permitir equivocaciones, enseñar a tomar decisiones y dejar que resuelvan problemas cotidianos es, según Trahtemberg, una forma más saludable de construir seguridad emocional.
El amor como trampolín, no como burbuja
"El verdadero amor prepara para la vida, no la evita", sostiene. Un niño amado es aquel que se siente capaz, que ha sido escuchado, retado, contenido emocionalmente pero no suplantado en sus procesos. Ese amor fortalece y deja huella. No se trata de evitar las caídas, sino de enseñar cómo levantarse.La invitación de León Trahtemberg es clara: reflexionar sobre el impacto que tienen nuestras formas de cuidar. En su análisis, hace un llamado a los padres y madres a cuestionar la idea de que más es mejor, y empezar a valorar el poder educativo del límite, del silencio, del error y de la espera.
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