
Jóvenes de Nepal se encargaron de liberar una nación de la tiranía de un gobierno opresor.
La historia de Nepal en los últimos días ha estado marcada por la irrupción de una generación que convirtió el malestar en acción política. Con mensajes difundidos por redes sociales y aplicaciones de mensajería, los manifestantes lograron poner fin al gobierno del primer ministro KP Sharma Oli y abrir un escenario de incertidumbre en el Himalaya.La chispa que encendió la rebelión
Todo comenzó cuando el gobierno impuso la prohibición de 26 plataformas en línea, entre ellas Facebook, Instagram, YouTube y X. La medida, que pretendía controlar la difusión de críticas, terminó provocando la mayor ola de protestas en la historia del país asiático. Jóvenes de distintas ciudades se organizaron de manera descentralizada, replicando convocatorias y evidencias de corrupción.Bikram Paudel, estudiante de hotelería de Lalitpur, cuenta que al inicio dudó en unirse. Sin embargo, los mensajes que circulaban revelaban abusos del poder político. "El gobierno pensó que prohibir las redes sociales nos callaría. Se equivocaron. No podíamos quedarnos en silencio", declaró.
El costo humano de la protesta
Las manifestaciones que empezaron como pacíficas pronto se tornaron violentas. El lunes se reportaron los primeros heridos, y el martes las cifras ascendieron a 19 muertos. Al día siguiente, el Ministerio de Salud de Nepal confirmó que la cifra se elevó a 30, además de más de 1.000 heridos.Ishita Shreshta, recepcionista de 26 años en Katmandú, recuerda haber visto a un niño caer bajo disparos de las fuerzas de seguridad. "Nunca pensamos que una protesta pacífica se encontraría con balas", relató con voz entrecortada. Los funerales de las víctimas se han convertido en nuevas expresiones de indignación.
La caída del primer ministro
La presión social forzó la dimisión de Oli el martes. El ejército tomó el control y abrió conversaciones con representantes de los manifestantes. Estos propusieron a Sushila Karki, expresidenta del Tribunal Supremo, como primera ministra interina. La transición está en marcha, aunque marcada por tensiones y desconfianza.El ambiente en Katmandú sigue convulso. Familias lloran a sus muertos, hospitales están desbordados y grupos de jóvenes mantienen vigilias frente a edificios oficiales. Para muchos, la renuncia de un gobernante no basta: exigen reformas profundas, transparencia y oportunidades laborales.
El papel de la Generación Z
Las movilizaciones han sido etiquetadas como las protestas de la "Generación Z". En grupos de Facebook y transmisiones en vivo se compartieron convocatorias, testimonios y denuncias. Hashtags como #NepalProtests, #GenZProtest y #SalvenNuestrasRedesSociales circularon ampliamente dentro y fuera del país.Ishita asegura que las redes se convirtieron en un arma de unión: "Podemos llegar a cualquier hermano o hermana en segundos. Esa es nuestra fuerza".
ONG y presión internacional
La ONG Hami Nepal, fundada en 2015, también estuvo en el centro de la polémica. Desde sus cuentas en redes convocó a movilizaciones, publicó videos sobre cómo protestar y exhortó a estudiantes a marchar con sus uniformes. Posteriormente, afirmó haber colaborado con el ejército para restablecer el orden.El grupo ha sido señalado por recibir apoyo de empresarios y figuras polémicas, como Deepak Bhatta y Sulav Agrawal. Sin embargo, su influencia en la coordinación de las marchas es reconocida por analistas y observadores internacionales.
Un país en redefinición
Con la renuncia de Oli, el foco político se ha trasladado hacia figuras como Balendra Shah, alcalde independiente de Katmandú, y Ravi Lamichhane, un político que recientemente salió de prisión. Ambos mantienen conversaciones con líderes estudiantiles para buscar una fórmula de gobierno interino.La juventud nepalí, hasta hace poco acusada de indiferente, se ha mostrado como una fuerza capaz de mover estructuras. Los analistas destacan que el movimiento careció de líderes centralizados y se sostuvo en la organización digital.
Lecciones para la región
La rebelión en Nepal llega en un contexto en el que varios países atraviesan tensiones similares. En el caso de Perú, voces juveniles también han advertido que la corrupción y la delincuencia no pueden seguir siendo normalizadas. Este sábado 13 de septiembre, diversas agrupaciones planean manifestaciones que podrían marcar un giro en la política nacional.El eco de lo ocurrido en Katmandú resuena como un recordatorio de que las generaciones conectadas, con acceso a herramientas digitales, tienen capacidad de organizarse contra regímenes que intentan controlar la narrativa pública. En Nepal, el sacrificio de decenas de personas se ha convertido en el motor de un reclamo que exige dignidad, empleo y transparencia.
Bikram lo resume con firmeza: "Forzamos una renuncia. Ahora necesitamos forzar la honestidad. Eso será aún más difícil".




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