"Yo siento una conexión muy grande con esta institución, porque yo crecí aquí y veo a mis alumnos como mis hermanos pequeños. Yo enseño a los estudiantes del albergue la lengua asháninka, a los internos y externos. Fortalezco el idioma en los estudiantes internos que viven en el colegio y a los estudiantes externos, revitalizo el idioma porque provienen de familias que no les han enseñado las tradiciones a pesar de pertenecer a pueblos originarios", explica Juan, quien estudió Ingeniería Ambiental con Beca 18, modalidad Vraem, y ahora estudia Educación como una segunda carrera.
Sueños que se volvieron realidad
Desde sus primeros recuerdos, la cultura indígena y su diversidad estuvieron presentes en su vida. Juan nació en la comunidad nomatsigenga de Cubantía, la tierra natal de su padre, perteneciente al distrito de Pangoa, en Junín, y vivió con las costumbres de la cultura asháninka de su madre, pueblo amazónico más numeroso de la selva alta y baja del Perú. Por este motivo, Juan se identifica con ambas culturas y domina sus lenguas, habilidad que le ha permitido revalorar su cultura desde donde se encuentre.
Desde que tenía seis años Juan llegó junto a su hermana mayor a la institución educativa la Aldea, ubicada en el distrito de Mazamari, de la provincia de Satipo. Sus padres los llevaron allí para que tengan una mejor educación. Así como a otros niños de diferentes comunidades indígenas con escasos recursos económicos, la institución los albergó y les dio alojamiento, alimentación, educación de calidad y servicios de salud. Juan y su hermana se reencontraban con sus padres cada fin de semana y en vacaciones. Además, recibían una enseñanza intercultural, lo que le permitió a Juan seguir hablando en sus lenguas, usar el cushma, y otras tradiciones de su cultura, lo que le hacía sentirse como en casa.
"Uno de los motivos de que mi mamá me enviara al albergue fue justamente para poder superarme. Ella fue la principal impulsora de que yo estudie. Dentro de mis opciones de carrera, que eran sueños en ese entonces, porque no teníamos dinero, estaba Educación o Ingeniería Ambiental, porque consideraba que con esas carreras iba a aportar más a mi comunidad al resolver sus problemas", comenta. Cuando cursaba el quinto de secundaria, su madre escuchó en la radio sobre Beca 18 del Pronabec. Juan postuló al concurso, a pesar de que la Universidad San Ignacio de Loyola, que llegó hasta su distrito para tomar el examen de admisión, en aquel tiempo no ofrecía ninguna de las opciones de carreras que él había escogido. Ingresó a la universidad, pero no alcanzó vacante para la beca. Sin embargo, sintió una gran alegría cuando se enteró de que podía volver a postular, y así lo hizo en el 2014, esta vez aplicando con la carrea de Ingeniería Ambiental, que ya ofrecía la institución.
"Mi mamá se alegró y lloró de felicidad cuando le dije que era uno de los ganadores de Beca 18, modalidad Vraem. Entonces empezamos a firmar los papeles de aceptación de la beca para estudiar en Lima. Yo no conocía la capital, mi papá me acompañó a conseguir un cuarto para alquilar cerca de la universidad y vivir solo. Mis padres y mis amigos me animaban a seguir el reto de estudiar y me dediqué plenamente a ello. Ya dentro de la universidad conocí a varios jóvenes que eran de mi zona y me sentí muy feliz porque no estaba solo. Llevamos la carrera juntos y la terminamos", resalta.
Profesión e identidad
Juan acabó con mérito la carrera de Ingeniería Ambiental y posteriormente se especializó en Gestión Territorial, para contribuir a la lucha contra la contaminación, la deforestación de los bosques, el alquiler de tierras, la venta de lotes, entre otros problemas dentro de su comunidad. Luego, comenzó a ganar experiencia profesional en organizaciones internacionales que defienden los derechos indígenas, así como en el Ministerio de Cultura. "Esas experiencias, y el ver que algunos miembros de las comunidades no se organizaban, me hizo ver que yo estaba solo atacando desde arriba, y que faltaba algo. Entonces me convencí de que la esperanza estaba en los niños", sostiene.
Cuando Juan terminaba una consultoría para la Embajada de Canadá en Perú, la madre Carmen, quien ahora lidera la Aldea del Niño Beato Junípero Serra, le ofreció la oportunidad de enseñar la lengua asháninka a los niños desde las mismas aulas que él ocupó hace años. "Yo al principio dudé, pero recordé que en una etapa de mi vida había querido ser docente, entonces dije: ¿por qué no intentarlo? ¡Además es enseñar mi lengua asháninka! Y acepté", señala Juan, y agrega que con esta experiencia se motivó a estudiar Educación, con especialización en Lengua y Literatura, como segunda carrera.
"Como maestro les enseño a mis alumnos a fortalecer nuestra identidad como parte de un pueblo originario; sobre la importancia de visibilizarnos, de conocer nuestros derechos, y revalorar, amar nuestra lengua, nuestra cultura. También les digo que ser asháninka no solo es estar vestido tradicionalmente, sino que la esencia de ser asháninka es el bien común, pensar en todos. Ser asháninka es compartir", afirma Juan.
Así como él, más de 233 000 peruanos han sido beneficiados con becas otorgadas por el Pronabec, para que accedan a una educación superior de calidad y transformen su vida y la de sus comunidades. Para conocer más sobre las modalidades de Beca 18 y sobre los servicios del Pronabec, pueden visitar su página web www.gob.pe/pronabec.
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